2.- La Teología como ciencia
Para mostrar el carácter científico de la teología, antes hay que delimitar el concepto de ciencia, a la ciencia a lo largo de la historia se le han dado diversos modos de entender el concepto de ciencia.
Si entendemos como ciencia solamente aquellas disciplinas caracterizadas por tener un método con exactitud dirigida y verificada por un experimento, ciertamente la Teología no es una ciencia.
Pero si entendemos como ciencia aquella disciplina que pueda probar un objeto con un método propio y pueda darnos conclusiones y aseverarlas; en este sentido se podría hablar de ciencia canónica, ciencia bíblica y ciencia teológica.
Los esfuerzos más amplios para fundamentar el carácter científico de la Teología se desarrollan a lo largo del siglo XIII. Santo Tomás adopta el concepto aristotélico de ciencia y trata de demostrar que no es ajeno a la Teología, basándose en dos argumentos:
Método propio de la Teología.
El método que la Teología utiliza se suele desarrollar en tres etapas:
El método teológico ha de partir de una recta concepción de la teología como fe que busca entender, que nos exige entender como Dios actúa en la historia. Debe reconocer asimismo la capacidad de la razón para conocer la Verdad y penetrar el sentido último de las cosas creadas con la ayuda divina. Y ha de aceptar una filosofía que acepte la realidad del mundo.
La concepción y aplicación adecuada del método teológico puede regirse por los siguientes criterios:
El teólogo sin olvidar la idea de Misterio que preside sus investigaciones, debe actualizar el mensaje dado por los discípulos de Jesús sin modificarlo, ni cambiarlo. Se inserta por ello en el camino de la Tradición e intenta luego re-expresar la Verdad fundante que ha tomado de la Iglesia. Dando respuesta a cuestiones viejas, reformula otras.
Las Fuentes Teológicas
Las fuentes de la Teología son, la Sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia y el Magisterio auténtico.
La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Escritura debe ser el alma de la Teología y es la base de las afirmaciones teológicas. Por eso la exégesis hace posible una profundización y un rejuvenecimiento de la Teología.
Sin embargo, la Sagrada Escritura debe estar unida a la Tradición para entregar el recto sentido de los textos.
La Tradición refleja la vida intelectual, orante y litúrgica de la Iglesia. Es anterior a la Escritura misma y mantiene con ella una profunda relación. Está formada por un conjunto de testimonios que dan razón de la fe de la Iglesia.
La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas, manan de la misma fuente. La Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de lo revelado, porque la Tradición recibe la Palabra de Dios (encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los apóstoles) para que ellos (iluminados por el Espíritu) la conserven, expongan y difundan.
Al Magisterio le ha sido encomendado el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita, y lo ejerce en nombre de Jesucristo.
En virtud del mandato recibido de Cristo y por un don especial del Espíritu Santo, el Magisterio tiene la misión de conservar el depósito de la fe en toda su integridad. Lo protege del error y juzga con autoridad las interpretaciones de la revelación que ofrece la Teología y él mismo ofrece consideraciones y desarrollos en torno a la fe.
La Tradición, la S.E., y el Magisterio están tan unidos que ninguno puede subsistir sin los otros.
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En resumen podemos decir que el carácter científico de la Teología no debe pretender encontrarse como es el caso de las ciencias experimentales. Decimos que toda ciencia parte de unos principios, en el caso de la Teología los encontramos en la fe. Pero hay una ciencia superior a la Teología que se puede llamar la Ciencia de Dios. Por eso la Teología es una ciencia subalterna, en cuanto que sus principios son revelados, provienen de la ciencia de Dios. Su carácter científico es más palpable a nosotros, en cuanto que su misión esencial es construir racionalmente lo revelado.
Si entendemos como ciencia solamente aquellas disciplinas caracterizadas por tener un método con exactitud dirigida y verificada por un experimento, ciertamente la Teología no es una ciencia.
Pero si entendemos como ciencia aquella disciplina que pueda probar un objeto con un método propio y pueda darnos conclusiones y aseverarlas; en este sentido se podría hablar de ciencia canónica, ciencia bíblica y ciencia teológica.
Los esfuerzos más amplios para fundamentar el carácter científico de la Teología se desarrollan a lo largo del siglo XIII. Santo Tomás adopta el concepto aristotélico de ciencia y trata de demostrar que no es ajeno a la Teología, basándose en dos argumentos:
- Normalmente la ciencia tiene evidencia de sus principios. Pero la Teología es una ciencia subalterna. Las ciencias subalternas que se basan en unos principios, cuya evidencia no la demuestra la Teología: son las verdades de fe. Sin embargo, hay una ciencia, superior a la Teología, para la cual los principios sí son evidentes: es la ciencia de Dios.
- La Teología es una ciencia porque hay verdaderas conclusiones que parten de unos principios, de modo que resulte que ambas (conclusiones y principios) sean igualmente reveladas. Es decir, es ciencia porque logra obtener unas conclusiones a partir de unos principios revelados.
Método propio de la Teología.
El método que la Teología utiliza se suele desarrollar en tres etapas:
- Los datos de la Revelación;
- Los cuestionamientos que estos datos revelados suscitan,
- Reflexión sobre los datos.
El método teológico ha de partir de una recta concepción de la teología como fe que busca entender, que nos exige entender como Dios actúa en la historia. Debe reconocer asimismo la capacidad de la razón para conocer la Verdad y penetrar el sentido último de las cosas creadas con la ayuda divina. Y ha de aceptar una filosofía que acepte la realidad del mundo.
La concepción y aplicación adecuada del método teológico puede regirse por los siguientes criterios:
- No existe un paradigma metodológico único que pueda o deba considerarse la forma científica de la teología.
- Todo método teológico comprende el auditus fidei y el intellectus fidei.
- Todo método contiene aspectos falibles y provisionales, que deben ser superados. Suele progresar por enriquecimiento de lo anterior o por la sustitución de esquemas operativos.
- El método teológico incluye necesariamente la consideración de la incidencia de la doctrina cristiana en la vida del creyente, de la comunidad y de la sociedad eclesial.
El teólogo sin olvidar la idea de Misterio que preside sus investigaciones, debe actualizar el mensaje dado por los discípulos de Jesús sin modificarlo, ni cambiarlo. Se inserta por ello en el camino de la Tradición e intenta luego re-expresar la Verdad fundante que ha tomado de la Iglesia. Dando respuesta a cuestiones viejas, reformula otras.
Las Fuentes Teológicas
Las fuentes de la Teología son, la Sagrada Escritura, la Tradición de la Iglesia y el Magisterio auténtico.
La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Escritura debe ser el alma de la Teología y es la base de las afirmaciones teológicas. Por eso la exégesis hace posible una profundización y un rejuvenecimiento de la Teología.
Sin embargo, la Sagrada Escritura debe estar unida a la Tradición para entregar el recto sentido de los textos.
La Tradición refleja la vida intelectual, orante y litúrgica de la Iglesia. Es anterior a la Escritura misma y mantiene con ella una profunda relación. Está formada por un conjunto de testimonios que dan razón de la fe de la Iglesia.
La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas, manan de la misma fuente. La Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de lo revelado, porque la Tradición recibe la Palabra de Dios (encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los apóstoles) para que ellos (iluminados por el Espíritu) la conserven, expongan y difundan.
Al Magisterio le ha sido encomendado el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita, y lo ejerce en nombre de Jesucristo.
En virtud del mandato recibido de Cristo y por un don especial del Espíritu Santo, el Magisterio tiene la misión de conservar el depósito de la fe en toda su integridad. Lo protege del error y juzga con autoridad las interpretaciones de la revelación que ofrece la Teología y él mismo ofrece consideraciones y desarrollos en torno a la fe.
La Tradición, la S.E., y el Magisterio están tan unidos que ninguno puede subsistir sin los otros.
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En resumen podemos decir que el carácter científico de la Teología no debe pretender encontrarse como es el caso de las ciencias experimentales. Decimos que toda ciencia parte de unos principios, en el caso de la Teología los encontramos en la fe. Pero hay una ciencia superior a la Teología que se puede llamar la Ciencia de Dios. Por eso la Teología es una ciencia subalterna, en cuanto que sus principios son revelados, provienen de la ciencia de Dios. Su carácter científico es más palpable a nosotros, en cuanto que su misión esencial es construir racionalmente lo revelado.