La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana
En 1983, el papa Juan Pablo II comenzó a referirse a una «nueva evangelización». Desde entonces, ha existido un interés cada vez mayor por la nueva evangelización. Benedicto XVI subrayó esta necesidad al establecer un nuevo dicasterio, el primero en muchos años, el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, y luego convocando el sínodo mundial de obispos centrado en la nueva evangelización. 262 padres sinodales, 44 expertos (yo uno de ellos) y 49 observadores se reunieron durante tres semanas para discutir sobre el estado de la Iglesia en todo el mundo, y para sugerir maneras en las que la nueva evangelización podría contribuir al fortalecimiento de la Iglesia a la luz de los desafíos a los que se enfrenta.
Evangelización y nueva evangelización
Desde el Vaticano II, los documentos sobre la evangelización han sido notablemente coherentes en insistir sobre la prioridad de la proclamación directa con una visión hacia la conversión. Pablo VI lo enfatizó en Evangelii Nuntiandi: «La evangelización también debe contener siempre —como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo— una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios» (27).
Con la nueva evangelización Juan Pablo II dejó claro que no estaba llamando a un nuevo Evangelio, sino a un esfuerzo nuevo, caracterizado por un “ardor, métodos y expresión”1 nuevos, y dirigidos de una manera nueva no solo a aquellos que nunca han oído hablar del evangelio antes, sino también a las tibias y descristianizadas naciones occidentales tradicionalmente cristianas. La nueva evangelización es nueva para quien está dirigida y para quien la hace: todo católico bautizado. Aun cuando el campo principal de misión de un laico esté en la esfera política, económica o social, o en hacer obras de caridad, continúa teniendo obligación de proclamar directamente a Cristo de palabra, en vista de conducir a otros a la conversión o a una fe más profunda.
Llamada de atención
La Iglesia católica está experimentando el colapso de la sociedad cristiana como una «llamada de atención» a la necesidad de una renovación del fervor, tanto para la santidad como para la evangelización, enraizada en la realidad permanente de Pentecostés. Pienso que el mayor beneficio resultante del Sínodo será en los años venideros que toda la Iglesia se comprometerá a hacer énfasis en la nueva evangelización, con la cual ella espera traer de vuelta a muchas personas y recobrar almas para Cristo. Para que esto suceda se necesita «un nuevo Pentecostés», adecuado a un nivel personal. Es necesaria una conversión real incluso para aquellos a quienes la gente considera católicos «devotos». No deben verse a sí mismos simplemente preocupados por su propia santidad y sus obras de servicio cristiano. Deben ser consumidos por la pasión de compartir el mensaje Cristo con otros.
Evangelización y nueva evangelización
Desde el Vaticano II, los documentos sobre la evangelización han sido notablemente coherentes en insistir sobre la prioridad de la proclamación directa con una visión hacia la conversión. Pablo VI lo enfatizó en Evangelii Nuntiandi: «La evangelización también debe contener siempre —como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo— una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios» (27).
Con la nueva evangelización Juan Pablo II dejó claro que no estaba llamando a un nuevo Evangelio, sino a un esfuerzo nuevo, caracterizado por un “ardor, métodos y expresión”1 nuevos, y dirigidos de una manera nueva no solo a aquellos que nunca han oído hablar del evangelio antes, sino también a las tibias y descristianizadas naciones occidentales tradicionalmente cristianas. La nueva evangelización es nueva para quien está dirigida y para quien la hace: todo católico bautizado. Aun cuando el campo principal de misión de un laico esté en la esfera política, económica o social, o en hacer obras de caridad, continúa teniendo obligación de proclamar directamente a Cristo de palabra, en vista de conducir a otros a la conversión o a una fe más profunda.
Llamada de atención
La Iglesia católica está experimentando el colapso de la sociedad cristiana como una «llamada de atención» a la necesidad de una renovación del fervor, tanto para la santidad como para la evangelización, enraizada en la realidad permanente de Pentecostés. Pienso que el mayor beneficio resultante del Sínodo será en los años venideros que toda la Iglesia se comprometerá a hacer énfasis en la nueva evangelización, con la cual ella espera traer de vuelta a muchas personas y recobrar almas para Cristo. Para que esto suceda se necesita «un nuevo Pentecostés», adecuado a un nivel personal. Es necesaria una conversión real incluso para aquellos a quienes la gente considera católicos «devotos». No deben verse a sí mismos simplemente preocupados por su propia santidad y sus obras de servicio cristiano. Deben ser consumidos por la pasión de compartir el mensaje Cristo con otros.