El lateral-izquierdo de la Chapecoense Alan Ruschel, uno de los cinco supervivientes de la tragedia del avión que llevaba al equipo de futbol a Medellín, preguntaba insistentemente por su familia cuando llegó, en estado de shock, al hospital de la ciudad colombiana de La Ceja, la más próxima del lugar del accidente. Alan hizo una petición conmovedora al staff del hospital antes de entrar en la sala de cirugía: pidió sólo que guardasen bien su alianza de bodas. Amanda, la esposa del atleta, comunicó a través de su cuenta en la red social Instagram que el estado de salud de Alan es “estable”: “Gracias a Dios Alan está en el hospital, estado estable. Estamos orando por todos los que aún no han sido socorridos, y fuerza para todos los familiares. Situación complicada, difícil. Sólo Dios puede darnos fuerza. Gracias, Dios”.
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Pedimos oración para el consuelo de todas las familias que han sufrido las consecuencias del accidente aéreo ocurrido en Colombia, de un avión que transportaba al equipo Chapecoense de Brasil, pedimos por las víctimas y los familiares que se han sumido en dolor y en luto. Con el corazón puesto en la misericordia divina, recemos todos juntos un Padrenuestro en sufragio de quienes están ahora en la presencia de Dios y por los heridos que luchan por la vida. Todos: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación, y líbranos del mal. Amén. El mandato es: “id y evangelizar”, no hacer un afiche y esperar a que lleguen Cuenta una historia que una parroquia muy antigua fue invadida por una plaga de murciélagos que era tan grande, que ya nadie podía asistir a las actividades que se realizaban allí. El párroco, abrumado por la situación, recurrió a sus hermanos sacerdotes, diciéndoles: –«Hermanos, ya no sé qué hacer con estos murciélagos, he intentado de todo, pero no hay forma de hacer que se vayan»–. En eso, tomó la palabra el más anciano de la asamblea y le dijo: –«Lo que usted tiene que hacer es inscribir a esos murciélagos en la catequesis para la confirmación y santo remedio»–. Desconcertados, todos lo miraron sin entender nada. El párroco víctima de la plaga preguntó por qué tenía que preparar a los murciélagos para que reciban la confirmación, a lo que el anciano respondió: –«Pues muy fácil, hijo… una vez que los confirmas, ya no vuelven más»–. Sí, puede que sea un chiste malo pero parece que la preparación para recibir el sacramento de la confirmación fuera como un curso del que la gente se gradúa y listo: se va a casa con sus certificados, velitas y fotos (lo que luego les sirve para tener sus “papeles al día”) por si les piden ser padrinos o madrinas o, en el mejor de los casos, contraer matrimonio. Lamentablemente, cada cierto tiempo, se confirman cientos e, incluso, miles de jóvenes, pero al año siguiente (cuando ya han recibido el sacramento) nadie vuelve a saber de ellos. Lo más triste y preocupante no es solo su ausencia en alguna instancia eclesial, sino que el fervor que logramos despertar en ellos durante la catequesis, al parecer se ha ido apagando, por lo que no han perseverado. Y aquí nos preguntamos: ¿qué nos faltó como catequistas? No podemos dar fórmulas ni recetas, pero sí algunos elementos para la reflexión, pues nos hemos convertido en una máquina que produce católicos confirmados en serie, pero no en serio. La gente a la que preparamos parece necesitar de algo que no sabemos darle o bien los espacios que hemos creado no los saben acoger. Así es que abróchate el cinturón y vamos a revisar qué podemos hacer al respecto. El mandato es: “id y evangelizar”, no hacer un afiche y esperar a que lleguen En el Evangelio según san Mateo, Jesús envía a sus seguidores a la misión y les dice: «Por tanto, id a hacer discípulos entre todos los pueblos…» (Mt 28, 19a). Jesús no dice que hagamos actividades, jornadas, seminarios o encuentros los sábados por la tarde, que peguemos un afiche en el diario mural de la parroquia y que pasemos el aviso en misa. Eso se llama “pescar en la pecera”. A nuestros jóvenes, y a todo el mundo, tenemos que salir a buscarlos: como dice el Papa Francisco, tenemos que «primerear», es decir, tomar la iniciativa. Tenemos que ir por ellos y a donde ellos están, es ahí donde debemos llevar a Jesús. ¿Te imaginas a san Pablo predicando a los jóvenes sobre Jesús y luego diciéndoles: Bueno, ahora tienen que ir a Jerusalén, porque allí se llevan a cabo todas las cosas”? No se trata solo de tener sillas cómodas, salas con agradable aroma y buena música ambiental, sino de acoger a los jóvenes con amor. Me ha tocado ver como adultos reciben a los jóvenes que recién llegan a las parroquias, mirándolos de pies a cabeza, cuestionando por qué usan esas ropas, por qué tienen esos piercings, por qué se hicieron esos tatuajes o lo que fuera, y peor: se molestan si los jóvenes no saben qué contestar respecto a algún tema ligado a la Iglesia, porque eso significaría que no han aprendido nada en la confirmación. Acoger a los jóvenes implica que, cuando abrimos las puertas para recibirlos, no esperamos que vengan vestidos de un blanco radiante, con sus vidas resueltas, con el Catecismo aprendido de memoria y dejando el teléfono en casa, para que no suene durante la oración. Acondicionar espacios acogedores significa acondicionar nuestros corazones para recibirlos como los recibiría el padre del hijo pródigo, sin pedir explicaciones, con un abrazo apretado y haciendo fiesta. Ya habrá tiempo para renovar el closet, educarlos en el uso del teléfono y reforzar aquello que no aprendieron en catequesis. Primera vía Movimiento: Nos consta por los sentidos que hay seres de este mundo que se mueven; pero todo lo que se mueve es movido por otro, y como una serie infinita de causas es imposible hemos de admitir la existencia de un primer motor no movido por otro, inmóvil. Y ese primer motor inmóvil es Dios. La primera y más clara se funda en el movimiento. Es innegable, y consta por el testimonio de los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven. Pues bien, todo lo que se mueve es movido por otro, ya que nada se mueve mas que en cuanto esta en potencia respecto a aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al acto, y esto no puede hacerlo más que lo que está en acto, a la manera como lo caliente en acto, v. gr., el fuego hace que un leño, que está caliente en potencia, pase a estar caliente en acto. Ahora bien, no es posible que una misma cosa esté, a la vez, en acto y en potencia respecto a lo mismo, sino respecto a cosas diversas: lo que, v. gr., es caliente en acto, no puede ser caliente en potencia, sino que en potencia es, a la vez frío. Es, pues, imposible que una cosa sea por lo mismo y de la misma manera motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro. Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, ya éste otro. Mas no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios. Segunda vía Eficiencia: nos consta la existencia de causas eficientes que no pueden ser causa de sí mismas, ya que para ello tendrían que haber existido antes de existir, lo cual es imposible. Además, tampoco podemos admitir una serie infinita de causas eficiente, por lo que tiene que existir una primera causa eficiente incausada. Y esa causa incausada es Dios. La segunda vía se basa en causalidad eficiente. Hallamos que en este mundo de lo sensible hay un orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos que cosa alguna sea su propia causa, pues en tal caso habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible. Ahora bien, tampoco se puede prolongar indefinidamente la serie de las causas eficientes, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas, la primera es causa de la intermedia, sea una o muchas, y ésta causa de la última; y puesto que, suprimida una causa, se suprime su efecto, si no existiese una que sea la primera, tampoco existiría la intermedia ni la última. Si, pues, se prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría causa eficiente primera, y, por tanto, ni efecto último ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario que exista una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios. Tercera vía Contingencia: hay seres que comienzan a existir y que perecen, es decir, que no son necesarios; si todos los seres fueran contingentes, no existiría ninguno, pero existen, por lo que deben tener su causa, pues, en un primer ser necesario , ya que una serie causal infinita de seres contingentes es imposible. Y este ser necesario es Dios. La tercera vía considera el ser posible o contingente y el necesario, y puede formularse así. Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues vemos seres que se producen y seres que se destruyen, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no fue. Si, pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa alguna, porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y, por tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a existir cosa alguna, y, en consecuencia, ahora no habría nada, cosa evidentemente falsa. Por consiguiente, no todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre ellos forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a lo cual todos llaman Dios. Cuarta vía Grados de perfección: observamos distintos grados de perfección en los seres de este mundo (bondad, belleza,...) Y ello implica la existencia de un modelo con respecto al cual establecemos la comparación, un ser óptimo, máximamente verdadero, un ser supremo. Y ese ser supremo es Dios. La cuarta vía considera los grados de perfección que hay en los seres. Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas Según su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice lo más caliente de lo que más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo; pues, como dice el Filósofo, lo que es verdad máxima es máxima entidad. Ahora bien, lo máximo en cualquier género es causa de todo lo que en aquel género existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor, es causa del calor de todo lo caliente, según dice Aristóteles. Existe, por consiguiente, algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a esto llamamos Dios. Quinta vía Finalidad: observamos que seres inorgánicos actúan con un fin; pero al carecer de conocimiento e inteligencia sólo pueden tender a un fin si son dirigidos por un ser inteligente. Luego debe haber un ser sumamente inteligente que ordena todas las cosas naturales dirigiéndolas a su fin . Y ese ser inteligente es Dios. La quinta vía se toma del gobierno del mundo. Vemos, en efecto, que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin obrando al acaso, sino intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el arquero dirige la flecha. Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a su fin, ya éste llamamos Dios. La esperanza: quizá sea la palabra que más resuena en este tiempo. Esperamos la venida del Señor, y esperamos que su salvación se realice en nosotros y en nuestro mundo. Lo sabemos, desde luego, que esta esperanza no se realizará definitivamente hasta que llegue el Reino de Dios para siempre, al término de todo, en la vida eterna. Y sabemos también que nuestro camino en este mundo está orientado y encaminado hasta este momento último, pleno, cuando Dios reunirá a sus hijos e hijas en su cielo nuevo, donde ya no habrá dolor ni penas ni tristezas. Preparar el camino del Señor: es como la consigna de este tiempo, la llamada que hacía Juan Bautista allí junto al río Jordán, a todos aquellos que se le acercaban. El Señor viene, y la salvación es obra suya, no nuestra. Pero sería una hipocresía decir que le esperamos si, al mismo tiempo, no trabajásemos para que empezara a hacerse realidad aquello que esperamos. Si anhelamos un mundo en que reinen la bondad, la justicia y el amor, un mundo en el que no haya enfrentamientos ni lágrimas, un mundo en el que Dios llene los corazones, tenemos que convertir nuestros corazones y tenemos que hacer lo que esté en nuestras v manos para que nuestra vidas y nuestro mundo se acerquen cada vez más al proyecto de Dios. La alegría: parecería que la alegría hay que guardarla para la Navidad, y que este es un tiempo fundamentalmente serio y de pocas expansiones. San Pablo lo decía así: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca. Nada os preocupe, sino que, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones en la oración y súplica con acción de gracias”. Y el gran ejemplo de esta alegría lo tenemos en María, la Madre de Dios. Basta verla en la visita a su prima Isabel: el Hijo que Ella lleva en sus entrañas es la mayor alegría, nuestra alegría. Porque nosotros, como María, también creemos en Dios y en todo lo que él ha prometido. La oración: para vivir el Adviento significa, para que entre de verdad en nuestro interior, es importante dedicar tiempo a la oración. Siempre hay que rezar, todo el año. Pero el Adviento es como una especial invitación a levantar el corazón a Dios: para acercarnos más a él, para desear su venida, para poner ante la debilidad de nuestra condición humana, para reconocer que sin él no podríamos hacer nada, para compartir con él la vida que hemos vivido y descubrir su presencia amorosa, para compartir con él la alegrías y las ilusiones a través de las cuales él se manifiesta y nos estimula, para mirar a nuestro mundo y presentarle nuestros deseos y nuestro trabajo por una vida más digna para todos… y sobre todo, para que nos entre muy adentro la alegría de su presencia salvadora. La paciencia: El Adviento es una invitación a trabajar sin desfallecer, aunque las cosas no salgan como quisiéramos. Lo dice la carta a Santiago, que leemos en uno de los domingos de este tiempo: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca”. Tener paciencia, y mantenerse firmes, todo a la vez, hasta que venga el Señor. “aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas consolidados, porque el Señor viene en la hora en la que no imaginamos”. En definitiva, el Adviento “viene para introducirnos en una dimensión más bella y más grande”. Francisco aseguró que el Señor hace “una invitación a la sobriedad, a no ser dominado por las cosas de este mundo, por las realidades materiales, sino más bien a gobernarlas”. “Si, por el contrario, nos dejamos condicionar y dominar por ellas, no podemos percibir que hay algo mucho más importante: nuestro encuentro final con el Señor que viene por nosotros”. El Santo Padre señaló ante miles de peregrinos en la Plaza de San Pedro que se trata de “una invitación a la vigilancia, porque no sabiendo cuando vendrá Él, se necesita estar siempre preparado para partir”. “La página del Evangelio nos introduce en uno de los temas más sugerentes del tiempo de Adviento: la visita del Señor a la humanidad”, reconoció. “La primera visita ocurrió con la Encarnación, el nacimiento de Jesús en la gruta de Belén; la segunda en el presente: el Señor nos visita continuamente, cada día, camina a nuestro lado y es una experiencia de consuelo; y al final será la última, que profesamos todos cada vez que recitamos el Credo: ‘Dios vendrá de nuevo en la gloria para juzgar a los vivos y a los muertos’”. Francisco habló de la “venida de improviso del Señor”. “Siempre nos sorprende pensar en las horas que proceden una gran calamidad: todos hacen las cosas sin darse cuenta de que su vida está a punto de ponerse del revés”. “El Evangelio no nos quiere dar miedo, sino abrir nuestro horizonte a otra dimensión, más grande, que por una parte relativiza las cosas de cada día pero al mismo tiempo las hace más preciosas, decisivas”, agregó Una de las santas más conocidas y veneradas a lo largo de la historia cristiana ha sido Cecilia de Roma. Universalmente reconocida como patrona de la música, esta mártir primitiva ya tenía una amplia veneración y reconocimiento por parte de la comunidad cristiana en el siglo IV de nuestra era, y posteriormente se la ha conmemorado tanto en Oriente como en Occidente. Su nombre también es de los que figuran entre las santas mujeres mártires conmemoradas en el Canon de la Misa. Pero, ¿sabemos realmente quién fue esta mártir tan reverenciada? La Iglesia Católica conmemora el 22 de noviembre, la muerte de Santa Cecilia, una mujer de familia noble que falleció en un año indeterminado entre el 180 y el 230 de nuestra era después de ser torturada por su conversión al cristianismo. En 1594, el papa Gregorio XIII la nombró patrona de los músicos, y así sigue siendo hasta hoy. Al parecer, buena parte de su historia se conoce gracias a la aparición a mediados del siglo V de unos textos llamados ‘Actas del martirio de Santa Cecilia’. En ellos se indica que la joven se convirtió al cristianismo y que sus padres la casaron con un noble pagano al que, en la misma noche de bodas, la novia hace saber que se ha entregado a Dios. Con esto quiere decir que guarda su virginidad para Él y que ésta es custodiada por un ángel. Como es natural, el extrañado novio quiere ver al ser alado, y Cecilia le convence de que sólo se le aparecerá si se bautiza, cosa que acaba por suceder y el hombre acaba convertido a la fe de su amada esposa. No corrían buenos tiempos en Roma para los cristianos y fueron condenados a morir de formas aberrantes. En el caso de Cecilia, primero lo intentaron en las termas de su propia casa, tratando de ahogarla con el vapor sin conseguirlo. Luego, llamaron a un verdugo para que le cortara la cabeza: la historia dice que éste dejó caer tres veces su hacha sobre ella sin conseguirlo, con lo que huyó despavorido abandonando a la joven ensangrentada pero viva. Aunque quedó maltrecha y murió finalmente tres días después. De ahí que en algunas obras de arte se la represente ya cadáver con un tajo en su cuello, como en la escultura en mármol de Stéfano Maderno (1576-1636), que se encuentra en en la iglesia de Santa Cecilia en Roma, donde supuestamente reposan sus restos. En muchos cuadros se la ve, sin embargo, entre instrumentos musicales, comúnmente tocando un órgano. Pero… ¿sabía tocar santa Cecilia? ¿Por qué es la patrona de los músicos? Una explicación se basa en que, según dicen, la chica se dedicó internamente a cantar a Dios mientras los músicos tocaban en su boda, acordada por sus padres, aunque parece una explicación insuficiente. El Papa que la nombró patrona, dijo que había “demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo de la música”. “el hecho más probable para que se le relacione con la música es que desde muy joven, y de acuerdo con las costumbres y tradiciones de las familias patricias romanas, Cecilia debió iniciarse y tocar algún instrumento musical, probablemente la lira, la cítara o algún tipo de arpa de las utilizadas por las damas de la sociedad romana” Señor, hazme un músico que te respete lo suficiente que no se salga del templo cuando tu palabra es predicada. Señor, hazme un músico que no se moleste cuando alguien toca en su lugar, sino que apoye y anime a los nuevos integrantes, aportando sus conocimientos y experiencia para bien de tu obra. Señor, hazme un músico que no ensucie tu altar. que cuando tenga algún impedimento para ministrar, sea sincero y se siente a escuchar y ser ministrado. Señor, hazme un músico que no toque para él, sino para ti. Señor, hazme un músico del cual se pueda decir que el volumen de su fe y sus acciones es mayor que el volumen de su instrumento. Señor, hazme un músico que sea puntual, que no se robe el tiempo de los demás, que llegue temprano a los ensayos y los cultos. que tenga respeto por la gente que ministra y por sus compañeros. Señor, hazme un músico que viva lo que habla, que haga lo que dice, que sea lo que tu le has mandado ser. que sueñe con perfeccionar su vida espiritual y su técnica musical. Señor, hazme un músico que antes de afinar su instrumento y su garganta, afine su vida y la ponga a tono con tu voluntad. Ser bombero es una forma de servicio desinteresado y de misericordia" Un incendio que se produjo el pasado miércoles 16 de noviembre en un centro comercial de Lima en Perú, se difundió la fotografía de un misterioso bombero que rezaba de espaldas, sosteniendo en sus manos el Santo Rosario. Es de valientes rezar en las necesidades, los bomberos en Perú cubren su servicio voluntariamente no reciben ningún pago por ello, por eso son considerados como personas muy valientes por arriesgar su vida por los demás. Para valientes los bomberos. Las causas que originaron el incendio en el centro comercial Larcomar, ubicado en el distrito de Miraflores, se encuentran todavía en investigación. El incendio ocurrió en horas de la mañana en la sala 10 del cine, poco antes de que iniciara una función especial para periodistas de la película "Animales fantásticos y dónde encontrarlos" el cine UVK está en el centro comercial Larcomar ubicado en el acantilado que da al mar, en el malecón del distrito de Miraflores. Lamentablemente en este incendio fallecieron cuatro personas que trabajaban en el cine. “En el momento del incendio yo rezaba el Rosario por las víctimas y por los bomberos durante su labor. También brindaba ayuda a los familiares de las personas que fallecieron para que puedan sobreponerse. Cuando retiraron uno de los cadáveres tuve que dar el responso”. El bombero que fue visto rezando el Rosario es el sacerdote franciscano de origen estadounidense, P. Christopher Dunn Mahardy, de 62 años. Sobre la vida espiritual de un bombero, el P. Dunn explica que ellos deben tener una “fe fuerte” porque tienen “que vivir en el filo de la muerte todos los días”. “Ser bombero es una forma de servicio desinteresado y de misericordia, de ayudar a quienes están en una situación difícil. Lo que me ha llenado el corazón es ver el servicio que realizan los bomberos en situaciones extremas” “A pesar de que el Cuerpo de Bomberos es muy pobre y no tiene mucho equipamiento, el corazón de sus miembros es muy grande”, resaltó el sacerdote. Dale Partridge, un periodista del Wall Street Journal y bloguero, ofreció la semana pasada en su Facebook un post que se ha hecho viral en todo el mundo. Más de 10 millones de personas han podido ver su reflexión sobre el matrimonio: “Los hombres están demasiado preocupados de que el matrimonio los deje con ‘una sola mujer’ para el resto de sus vidas. Eso no es cierto. Yo me enamoré de una escaladora de 19 años, me casé con un amante de los animales de 20 años, formé una familia con una madre de 24 años, luego construí una granja con una ama de casa de 25 años y hoy estoy casado con una mujer sabia de 27 años. Si tu mente está sana, nunca te cansarás de ‘una mujer’. En realidad, te verás abrumado con la cantidad de versiones hermosas de ella que llegas a descubrir con los años. No digas no al matrimonio, di que sí y sigue diciendo que sí hasta el día de tu muerte”. “Una mujer para toda la vida…¿Estamos locos?” Este es, por desgracia, el pensamiento de muchos hombres jóvenes hoy en día. Son muchos a los que el matrimonio y el compromiso parece “darles alergia”. Detrás de estas dudas se encuentra el miedo al compromiso, la inseguridad y una concepción errónea de la persona como si fuera un objeto de consumo. “Los hombres están demasiado preocupados de que el matrimonio los deje con ‘una sola mujer’ para el resto de sus vidas. Eso no es cierto. Yo me enamoré de una escaladora de 19 años, me casé con un amante de los animales de 20 años, formé una familia con una madre de 24 años, luego construí una granja con una ama de casa de 25 años y hoy estoy casado con una mujer sabia de 27 años. Si tu mente está sana, nunca te cansarás de ‘una mujer’. En realidad, te verás abrumado con la cantidad de versiones hermosas de ella que llegas a descubrir con los años. No digas no al matrimonio, di que sí y sigue diciendo que sí hasta el día de tu muerte”. |
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Julio 2019
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